martes

Clara y sus post scriptums

P.S.: Esto sucedió ya hace algún tiempo, pero quizás por lo que dice la oración final – si, ésta es una aclaración mientras lo publico- decidí escribirlo o cerrarlo. Por eso no hay detalles, ni explicaciones pormenorizadas y faltan partes que fueron brutalmente sancionadas por el comité de censura (tengo los recortes en casa). Quizás eso dificulte el hilo o la temporalidad ya que me he limitado a pegar sólo algunos fragmentos … en fin…
P.S.’: Ahora mientras releo lo escrito, me doy cuenta que esto ya lo he escrito una veintena de veces más o menos, quizás cambian algunos detalles circunstanciales como tal vez las destinatarias, pero en el fondo es lo mismo. Antes guardaba esas cartas, ya que no tenía computadora, y como un buen herzoguiano esas cartas nunca eran enviadas. Ahora, ya que tengo un blog, la posteo.


La fiesta transcurrió dentro de lo que se podría denominar como normalidad. Bueno, hay que tener en cuenta "la entrada". Además el alcohol... suficiente para satisfacer a un estadio inglés y en el sitio no éramos más de trescientos. Dentro de éstos parámetros, o sea, tipos pegados a las paredes comprobando la impenetrabilidad de la materia, otros tratando de ser el centro de atención bailando como si estuvieran en el Lido, y otros, quizás yo, persiguiendo cualquier cosa semejante a una mujer que se cruzara por su camino - hubo varias que se podrían etiquetar como tales, pertenecientes al género, pero mi interés no iba más allá del que uno puede tener en un lugar así- era una fiesta, como ya dije, normal.
En cuanto a mis persecuciones sólo puedo mencionar que para unas iba muy rápido, otras simplemente me aburrían y al resto, obviamente la mayoría, yo las aburría. Mientras escribo esto se me presenta una imagen donde una mujer tenía una habilidad realmente extraordinaria para esquivar mis besos, espesos de tabaco y alcohol, aunque no se retiraba de mi alcance. En un segundo de cordura la dejé en paz, su buen gusto era digno de respetar. Pero el tema no es el alcohol, ni las drogas o las mujeres. No. El tema es una mujer.
Vamos con una pequeña reseña geográfica. Yo me encontraba con un grupo de gente en una esquina de un rectángulo que podría denominarse “pista” o algo así. En el lado opuesto estaba la barra. Todo lo que expliqué breve y confusamente recién transcurrió en el ángulo dónde me encontraba y el trayecto, ida y vuelta, hasta la barra. Esto se traduce en lo siguiente: bailo con mis amigos, me da sed, voy a buscar un trago y, durante la expedición pro alcohol me encontraba mujeres que iban presentándose bajo diferentes apariencias, casi siempre femeninas. Por ejemplo la “esquiva” debe haber sido durante mi cuarta expedición. Luego de la séptima expedición (quizás octava, quién sabe) decidí no tomar más alcohol y quedarme con mis amigos, me estaba divirtiendo después de todo. Y ahí fue cuando comenzó el “error”. Mis viajes se restringieron a gaseosas a partir de ese momento y poco a poco la visión del lugar fue tomando otra apariencia. No me atreví a volver a mirar a la esquiva, con ver mis otras aproximaciones me había sido suficiente para asustarme del efecto que puede tener el ron en mí. Ya no bailaba tanto y sólo me limitaba a hacer algún que otro comentario a la gente a mi alrededor. Y ahí fue exactamente el momento de la debacle.
Enfrente mío, bajo la luz de la puerta estaba ella, la mujer tema del primer párrafo. Recorrí con la mirada nuevamente el lugar y dije ¿Por qué ella no, si ella es la única que es mi “tipo” en este lugar? Creo que ella me miró también, no sé, pero la cosa quedó ahí. (Ah, también había otra que era mi tipo, una vecina mía con la que hablé mientras su novio fue al baño, pero nuestro idilio no duró más que una micción. Lástima.)
El tiempo fue pasando y en mi última gira, esta vez en busca de agua y dulces, me encuentro hablando con ella. Todo era normal, pero dijo unas palabras mágicas… no las recuerdo, pero si puedo asegurar que esas palabras me llegaron de alguna manera. Al final me dio su teléfono, lo cual se constituyó en mi segundo error, léase habérselo pedido. Y, así, aunque tuviera ganas de quedarme, me fui.
Pasaron algunos días, en medio de mensajitos intrascendentes, hasta que volví a verla. Salimos, nos emborrachamos, fuimos a su casa y me quedé con ella hasta la noche siguiente. Tercer error.
En medio de promesas y declamaciones extraordinariamente inadecuadas (tal vez hasta excusas) para la simpleza de lo que había sucedido, nos despedimos.
Nunca más la volví a ver, aunque yo quiera todavía.

P.S.’’: ¿Por qué siempre me fascinan las que no quieren volverme a ver?
P.S.’’’: ¿No es Clara un hermoso nombre?
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