martes

¿Y si me vuelvo creyente? Ah... ¿Cómo? Ah...¿Tantos hay?

Me siento en el cine, uno de los lugares donde paso más tiempo últimamente, y ¿Estoy en donde nací? ¿Acaso nos conocemos? Fue un día largo, muy largo, fruto del insomnio (no tengo motivos más nobles); estaba dormitando mientras esperaba que empezara la película y un tintineo en mi hombro me dice ¡Nunca dejaste tu pueblo! ¿Eh? Dios, si creyera en vos, ¿Me pasaría esto? Hace cinco años que vengo a este recoveco a ver películas que pocos queremos ver, a veces hasta dos o tres en una semana; otras una por mes y nunca me había sucedido algo así. Mis párpados lagañosos se abren, ceden paso a una luz tenue, busco el bolso de la jubilada de turno que me despierta y me encuentro un dedo jugueteando con mi clavícula. Mis ojos se esfuerzan un poco más y ¡ajá! Hay una mano detrás del dedo (junto con otros cuatro, inmóviles) Continúo antigestálticamente con el brazo, delgado, sutil y oigo una voz que me llama por mi nombre ¡Mi nombre fue pronunciado en la sala! Llego a su hombro, desnudo a medias por un saco caído, y unos cabellos que lo adornaban en su descuido me informaron el resto. ¡Hola!
Si, después de todo lo que me ha estado pasando y cuando ya me había acostumbrado a que fuera un fantasma de mal gusto, Clara está parada detrás de mi fila, saludándome dentro del protocolo. Comienzan a apagarse las luces. Silencio.
Increíble. ¿Cuántos cines hay en Buenos Aires?
La película fue la más difícil de ver en años, no por el contenido, sino porque tenía mi mente completamente enfocada para atrás, mis ojos percibían movimientos pero sólo me ocupaba de averiguar si ella estaba con alguien, si hablaba, si se iba, si comía algo, si apagó el celular, si estaba cómoda, si miraba la película, si…,si…,si…, etc.
No creo en casualidades ni destinos, adivino la razón por la que ella estaba allí: la música era de uno de sus autores favoritos ¿Por qué mierda no me olvidé de eso? O mejor dicho, ¿Por qué no me acordé? El hombre racional a la basura con Freud –otro espectro de pésimo gusto. Ahora cada vez que escuche a ese tipejo cantar sus canzonettas protestonas voy a pensar en ella (como lo venía haciendo de vez en cuando, por otros motivos por cierto).
Termina la película, tardo a propósito un tiempo en pararme, pero ella se adelanta y me habla al oído, maldita seductora, ¿Qué te pareció? Casi le digo la verdad... ¿¡Y como querés que sepa!? Mantengo la cordura, “Bien, ¿No?” Ese “no” buscaba aprobación, aproximación y quizás resultó, porque nos quedamos charlando un rato a la salida. Esta vez no hubo propuestas ni futuros… lástima…
Me acordé del joven artista cuando “Orgullo, esperanza y deseo, como hierbas pisoteadas en su corazón, elevaban humaredas de un incienso enloquecedor que cual una cortina cegaba las luces de su espíritu.”
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