miércoles

La vuelta

Siento sus pasos acelerarse, superar rítmicamente a los míos, tal como lo señaló mi profesor de segundo grado en aquel lejano entonces: “no tienes ritmo y eso es algo que no se aprende”. Recordé aquel momento en medio del silencio que me presentaban las escasas sombras donde, como cualquier película, el viento movía los faroles y esas miedosas sombras venían y se iban, así, sin invitación digamos. Pero el si invitado seguía usando las baldosas cual escofina de mi tío Raúl -estaba seguro que para cuando me alcanzara iba a superarme silenciosamente por estar ya descalzo.

Ya tengo demasiada soledad en mi vida como para andarla sintiendo gratuitamente en una calle de una ciudad de tres millones de habitantes (o algo por el estilo). Pero así fue, me sentía solo y era claro que esos pasos estaban buscándome. Le pido una opinión a un fascista que se cruzó y me dice que raramente los rateros andan de mocasines. No le agradezco, me quedo mirándole y le pregunto de dónde carajo salió. Se ríe y se oculta con el mismo sigilo con que apareció. Los pasos me alcanzan, empiezo a asustarme. Una fugaz circunferencia aparece sobre el piso, a mi derecha, pero el avance hacia un nuevo farol la borra. Debo esperar algunos metros hasta que vuelva, pero ya sé que para cuando vuelva va a estar no sólo a mi derecha sino que quizás más adelante y posiblemente aclararé, para bien o mal, un poco más la cosa. Supero el farol al tiempo que del mismo lugar de donde salió el facho se aparece un tipo que no conozco y me pregunta por qué no me doy vuelta “y ya, hombre”. Le digo que son pocos los sucesos y no debo darle explicaciones. A este amagué tirarle una piña, parecía más fácil que el otro, pero se escabulló con la misma facilidad. Comienza mi sombra a alargarse y espero de un momento a otro la aparición. Mis temores se confirmaron, el círculo no era tal, era una especie de semicírculo, ahora elipse, ahora enconado sobre otro redondel. Un sombrero. Invierno, oscuridad, soledad, llovizna, un miedoso y ¡¿La mafia napolitana persiguiéndome?! ¿Desde cuándo está la camorra en Buenos Aires? Tenía claro que la matanza de san Valentín era difícil en julio, pero así y todo, como ya dije, tenía miedo. En medio de todas estas digresiones y sin mayor aviso una sombra, del negro más oscuro por supuesto, se pone a mi lado. Mi mirada temblorosa comienza el recorrido hacia su encuentro y no es la sombra: es el tipo. ¿Me decís la hora? Si, eh… las nhhuhheve eh y veimmte. Gracias. Dhe –saliva atragantada-mm nadh. Y el ortodoxo aceleró aún más su paso. Parece que se le hacía tarde. Así fue.
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