martes

Ladrón

Me recuesto en el verde reciente de la gramilla,
El sol sureño entibia íntimamente mi cara
Y mis ojos cerrados comienzan a sentir el amotinar de mi sangre,
Desanimando su fluidez, ruborizando mis párpados.
Repentinamente algo acaricia mi mano,
Si bien el sentimiento es minúsculo
Se derrama sobre mi cuerpo apaciguado.
Creo percibir una sonrisa delineada sobre mis labios.
El olor del pasto húmedo
Se entremezcla con las oleadas que vienen de las glicinas,
Benteveos y abejorros me sobrevuelan
Abrazándome con sus aleteos y cantos.
Abro mis ojos, buscando la caricia en mi mano,
Una pequeña y despreocupada hormiga
Juguetea con mi escampado bello.
No se siente amenazada (tampoco yo.)
Continúa por el dorso de mi mano
Para luego zambullirse profundamente
En este glauco océano.
Una brisa refresca mi cara cerrando nuevamente mis ojos.
Y los pensamientos comienzan a presentarse,
Carver se acomoda entre ellos.
Me apeno de robarle el final,
(Refregando mis incapacidades en mi rostro.)
Porque éstas son sus palabras:
“Felicidad. Viene inesperadamente.
Y va más allá, realmente,
Cualquier temprana mañana habla de ella.”
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